miércoles, 31 de marzo de 2010

Con mis manos


Con mi cuerpo cubriré
cada minuto que invertiste
pensando en mi.

Con estos dos brazos
alcanzaré a abrazar
la ilusión que me regalaste
en la última sonrisa dedicada

Con las palmas de mis manos
acariciaré el lomo
de la esperanza transparente
que no dejaste que perdiera.

Y con la punta de mi dedo índice
seguiré el camino infinito
de la palabra dicha
justo en el último aliento.

martes, 30 de marzo de 2010

Con la falda torcida



Hay una mujer con la tarde extraviada y la falda torcida.

No sabe en qué momento se la escapó la vida, si fue en la última fila del cine cuando se metió en la boca el deseo y aguantó las embestidas con los ojos cerrados, o fue cuando de espaldas al mundo la engendraron un hijo o fue cuando maquilló la lágrima tatuada debajo de su ceja rota. Ella no sabe en qué momento extravió la tarde, se la torció la falda y se la rompió la media. Se agolpan en su cabeza las conclusiones y se la han olvidado los motivos. Ella no sabe como ha perdido el zapato, pero anda medio descalza en esa ciudad que ya no es suya, sorda por el grito, enajenada por el insulto, perdida en días sin tardes y noches sin sueños.

Hay una mujer con la tarde extraviada y no se encuentra.

lunes, 29 de marzo de 2010

28 de marzo - Aniversario de la muerte de Miguel Hernandez.



Ven a mi, poeta de mi vida,
traeme tu aliento enfermo
y tu tristeza carcelaria.

Desnuda tu vergüenza ajena.

Haremos un hatillo
con tu aliento, tu tristeza y tu vergüenza
y la dejaremos en la lápida.
de los que no permitieron que hablaras

Ellos, poeta mío, están muertos
y tu vives, querido amigo,
en tu palabra, en tu verso,
en mi lágrima.

sábado, 27 de marzo de 2010

Vagones


Viajo sola en un vagón de almas,
en trenes sordos y personas ciegas.

Nadie escucha el silbato de la estación.
las sirenas de los bombardeos
se ahoga por los pasillos subterráneos.

Yo les grito y las almas se colocan la corbata.

Algo se muere alrededor
y a nadie parece importarle.

Y yo, en el escaparate,
intento romper el cristal que nos separa.

Me miran y se compadecen,
murmuran mi desgracia.

Crítican mi compromiso con el aire contaminado
y hacen apuestas acerca del tiempo que me queda.

Se miran los zapatos
y limpian el barro de las tacones
en el felpudo de la puerta de la oficina,
no vayan a manchar el día.

Y al colgar la chaqueta
sacuden el polvo de la pobreza
que les salpicó en el trayecto
y que por un momento casi les hizo toser.

Y yo lloro la desgracia de los trenes.

Hago duelo por las miradas perdidas
de los que usan el diario como entretenimiento
o para que al sentarse,
no quede manchada de sangre
su triste ropa gris azulada.

jueves, 25 de marzo de 2010

Heridas

Procura no tocarme demasiado.
La herida no ha cerrado aún.

Ya te advertí que podría suceder.
Es cierto, no obstante,
que ya no me duele como antes.

Pero basta una palabra tuya
con forma de nostalgia
y redondeces de recuerdos
como para que empiece a escocer.

Te contaré, viejo amigo,
que en este tiempo de curas y vendajes
tuve la sensación alguna vez
de morir ahogada en fiebre.

Tomé varios tipos de antibióticos
probé hierbas de toda clase
e incluso me inyecté alguna droga
cuando ya no podía con tanta pena.

Pero ya ves, aún no termina de cicatrizar
y el invierno ya ha pasado.

Así que no me abraces
no me digas que me extrañaste
y mucho menos que aún me deseas

En el intento de acercarte
podrías abrirme la herida
y terminaría sangrando
y manchando el suelo que pisas.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Al final del día


Penden de un hilo en el techo
las alegrías que me sujetan a la vida
las penas con las que no me reconcilio
los silencios que dejan los recuerdos

Me esperan en el pliegue de la sábana
y crecen envolviéndome en una ola
de telas con olor a viajes imposibles

Se dibuja en el estampado de las paredes
lo que el día pudo regalarme
y sin embargo se guardó para mejor ocasión

Y en el techo, el ventilador se mueve,
arrastran en sus aspas las palabras
que no dije la semana pasada

Y crecen retamas floridas por debajo de mi cama,
y sueño con los que viven mientras duermo
y me despido de los muertos
y me duermo oliendo a poleo.

domingo, 21 de marzo de 2010

Lo que contaba mi padre



Contaba mi padre que cuando era chico el hambre era mucho peor que la guerra, que los bombardeos duraban poco y contar los tiros de gracia de los fusilamientos eran un entretenimiento macabro de medianoche, pero el hambre, el hambre duraba mucho.

Contaba mi padre que siendo chico y cuando el hambre estaba siempre, había una bombonería en una de las calles que recorría para ir a la escuela; no todos los días, claro, sólo los días que iba a la escuela. Eso ocurría cuando otro niño no ocupaba su pupitre por estar enfermo, quién sabe si enfermo de hambre o enfermo de gripe, porque abrigos había pocos, tan pocos como panes. Ésos días en los que mi padre aprendía las letras y los números a días sueltos, contaba que al llegar a la bombonería muchos días pegaba su pequeña nariz al cristal del escaparate y veía aquellos chocolates negritos y redonditos al otro lado del cristal, y veía también a aquella chica que vendía bombones con aquel delantal blanco blanquito; contaba que dentro estaba tan limpio y aquella chica tan blanquita que los chocolates parecían mucho más ricos. Mi padre no sabía como sabia el chocolate pero sus amigos de la escuela de a ratos hablaban maravillas, todos sus amigos flaquitos habían probado el chocolate y él no, y todos coincidían que era delicioso, además, lo comían los ricos y ya se sabe, lo que comen los ricos... Así que como tenía hambre e imaginaba que aquello debía ser un manjar, pegaba su naricilla al cristal y se limpiaba la saliva con la manga del jersey. El era de los que no tenían abrigo. Ni panes.

Contaba mi padre que un día, al llegar a casa vio el chaleco de su padre, es decir, mi abuelo, colgado en el respaldo de la silla; él venía pensando en chocolates y sin saber como, sin pensarlo siquiera, metió sus deditos en el pequeño bolsillo del chaleco y encontró una perra gorda; debía de haber pensado con la cabeza pero pensó con las tripas y se guardó la perra gorda en el bolsillo del pantalón. Aquel día no sólo pensó con las tripas, también corrió con las tripas y con pensamiento de chocolate llegó hasta la bombonería, puso su perra gorda encima del mostrador de cristal limpio y transparente y la dijo a la chica del delantal blanco: “quiero una onza de chocolate negro”. Él no sabía o no cayó en cuenta de que con una perra gorda quizá se hubiera podido comprar en el estraperlo algunas pocas de lentejas o alguna otra legumbre con la que su madre, es decir, mi abuela, que no paraba de trabajar para conseguir alguna perra gorda, hubiera podido hacer un guiso. Él no quería saber, pero sí sabía, porque guardó el chocolate en el bolsillo hasta llegar a casa y allí poder hacer cómplice a su hermano.

- Me he encontrado en el bolsillo del chaleco de padre una perra gorda y me he comprado un chocolate ¿quieres la mitad?.

Su hermano era cuatro años mayor que él y este había aprendido ya a pensar más con la cabeza más que con las tripas así que le dijo que no quería. Se lo comió y le supo a gloria pero aquella negativa de su hermano le estaba anunciado que lo iba a pagar caro. Efectivamente llegó mi abuelo, es decir, su padre, y preguntó quién había cogido una moneda de su chaleco. Mi padre calló y pensó que su hermano también callaría,  pero su hermano, sin que su padre tuviera que preguntar dos veces habló sin temblar.

- Ha sido Marcelino.

Contaba mi padre que la paliza que le dio su padre era mejor no contarla, que para qué, que hay cosas que suceden en la vida que es mejor no acordarse. Con el tiempo supo perdonar a su hermano porque según fue aprendiendo a pensar con la cabeza y no con las tripas, dedujo que en aquel momento su hermano no podía permitirse pensar con el corazón porque aquella paliza que él sufrió la hubieran sufrido los dos y los dos hubieran tenido que contar esta historia; uno habiendo probado el chocolate y el otro no.

Contaba mi padre que nunca el dulce le hizo mucha gracia y que el chocolate, a veces, es bien amargo.

                                       
 Gracias por contarme esta historia papá.







miércoles, 17 de marzo de 2010

Detrás de tus pechos
sale el sol recién parido de lunes.

De tu vientre fértil
crecen libertades a cada paso.

Del rizo de tu melena
surge la esperanza
y de tus dedos...
de tus dedos
mujer valiente
nacen tapices de colores
que decoran países enteros

Y tras de ti,
él sonríe
te acompaña
te admira
y te desea.

lunes, 15 de marzo de 2010


Ocurrió de repente
sin saber cómo
ajeno al porqué

Ocurrió de repente
que dejé de quererte
y lo perdí todo.

Vacié los enseres de mi escritorio
guardé mis cosas en el cajón del pomo roto,
el clip imposible con que ato la verguenza
el borrador agujeredado de mis memorias
y los papeles tan blancos como insultantes

Y sentí que ya no era la misma,
con las entrañas exiliadas
las manos muertas
los pies amputados
y la voz hueca.

sábado, 13 de marzo de 2010

Mucho más grave


Todas las parcelas de mi vida tienen algo tuyo
y eso en verdad no es nada extraordinario
vos lo sabés tan objetivamente como yo.

Sin embargo hay algo que quisiera aclararte
cuando digo todas las parcelas
no me refiero sólo a esto de ahora
a esto de esperarte y aleluya encontrarte
y carajo perderte
y volver a encontrar
y ojalá nada más.

No me refiero sólo a que de pronto digas
voy a llorar
y yo con un discreto nudo en la garganta:
bueno llorá
y que un lindo aguacero invisible nos ampare
y quizá por eso salga enseguida el sol.

Ni me refiero sólo a que día tras día
aumente el stock de nuestras pequeñas
y decisivas complicidades
o que yo pueda o creerme que puedo
convertir mis reveses en victorias
o me hagas el tierno regalo
de tu más reciente desesperación.

No
la cosa es muchísimo más grave
cuando digo todas la parcelas
quiero decir que además de ese dulce cataclismo
también estas rescribiendo mi infancia
esa edad en que uno dice cosas adultas y solemnes
y los solemnes adultos las celebran
y vos en cambio sabés que eso no sirve

quiero decir que estás rearmando mi adolescencia
ese tiempo en que fui un viejo cargado de recelos
y vos sabés en cambio extraer de ese páramo
mi germen de alegría y regalarlo mirándolo

quiero decir que estás sucumbiendo mi juventud
ese cántaro que nadie tomó nunca en sus manos
esa sombra que nadie arrimó a su sombra
y vos en cambio sabés estremecerla
hasta que empiecen a caer las hojas secas
y quede la armazón de mi verdad sin proezas

quiero decir que estás abrazando mi madurez
esta mezcla de estupor y experiencia
este extraño confín de angustia y nieve
esta bujía que ilumina la muerte
este precipicio de la pobre vida.

Como ves es más grave
muchísimo más grave
porque con éstas o con otras palabras
quiero decir que no sos tan sólo
la querida muchacha que sos
sino también las espléndidas
o cautelosas mujeres
que quise o quiero
porque gracias a vos he descubierto
(dirás ya era hora
y con razón)
que el amor es una bahía linda y generosa
que se ilumina y se oscurece
según venga la vida
una bahía donde los barcos
llegan y se van
llegan con pájaros y augurios
y se van con sirenas y nubarrones.

Una bahía linda y generosa
donde los barcos llegan
y se van
pero vos
por favor
no te vayas.

Quizá es que entraste sin llamar,
o llamaste y me pillaste distraída,
intentando unir las telas ajadas
con las que pretendía vestirme aquella tarde.

Quizá, en el leve momento
en el que pestañeé buscando el dedal,
y levanté los ojos por encima de las lentes,
de no estar, de repente estabas
y te quedaste prendido
en la almohadilla de las agujas.

Es posible, que en el vanal ejercicio
de pensar qué color debería utilizar,
me distraje en la intuición de tu presencia
y una mirada tuya, efímera y pasajera,
atravesó el cuarto moviendo la cortina.

Quizá de repente encontré,
mientras cosía el botón de la camisa,
la solución al teorema del amor abstracto,
escrito en un papelito doblado y arrugado,
dentro del bolsillo lateral.

Y todo me pareció evidente en ésa caja imposible
de bobinas y trozos de tela.

Una ley matémática, imposible de resolver,
se instaló en el sofá en el que me sentaba.
Y entre los hilos revueltos de la caja,
se me colaban los números imposibles
con lo que intento hacer bordados de cuentas
que nunca salen exactas.

Seguramente, si me hubieras pillado ordenada,
concentrada en el remiendo del pantalón roto,
hubiera cometido el grave error
de no percatarme de tu presencia.

Y capaz, pero solamente quizá,
te hubiera dejado marchar
sin dar importancia al pinchazo de la aguja en mi dedo.

O es posible también que
no te hubieras atrevido a entrar,
ni a pronuncia palabra,
aún habiendo visto
que la puerta de mi cuarto de costura
se encontraba entreabierta
y que por ella asomaba el reflejo
del sol de la mañana.

Queridos compañeros


Queridos compañeros carpinteros y ebanistas,
les traigo el saludo solidario de los metafísicos.
También para nosotros la situación se ha hecho insostenible,
los afiliados se niegan a seguir pagando cuotas.
A partir de este momento la lírica no existe,
con el permiso de ustedes la poesía
ha decidido dar por terminadas sus funciones este invierno.
No lo tomen a mal,
pero aún quisiéramos pedirles una cosa,
mis viejos camaradas amigos de los árboles
acuérdense de nosotros cuando canten La Internacional.

Juan Carlos Mestre

Al llegar,

colgaré en el perchero mis cosas del día.
las tristezas, las risas, los desencuentros
la incertidumbre, la nostalgia, el grito.

Dejaré ahí, colgado uno a uno
los cachivaches de mi atuendo,
y avanzaré desnuda por el pasillo.

Me asomaré despacio
por el quicio de la puerta
y descubriré que aún no has llegado,
que aún debo esperarte

Y me abrigaré de tus palabras,
de los versos que escribiste,
del perfume que dejó tu voz en mi memoria.


Y esperaré
en un insomnio de impaciencia.

Windows 98


Antes del fax, del módem y del e-mail
la vergüenza era sólo artesanal,
la mecha se encendía con un fósforo
y uno escribía cartas como bulas.

Antes los besos iban a tu boca,
hoy obedecen a una tecla Send.
Mi corazón se acurruca en su software
y el mouse sale a buscar el disparate.

Cuando me enamoraba de una Venus
mis sentimientos no eran informáticos,
pero ahora debo pedir permiso
hasta para escribir con el news gothic.

Te urjo amor que cambies de formato.
Prefiero recibirte en times new roman
más nada es comparable a aquel desnudo
que era tu signo en tiempos de la Remington.

Windows 98, mario benedetti

Descanso


Creo que las lluvias arrasaron el monte
que se llevaron casi todo y ahora
tus cosas y las mías, andan revueltas
en un río desbocado y fuera de su curso

Sin duda el tornado también dejó huella
en el pueblito donde asentamos nuestra casa.
Se han caído más de diez tejas
y tres maderas del porche se han levantado
abriendo un agujero oscuro.

El árbol que nos dio sombra sin embargo
sigue en pie, esperando a los nuevos inquilinos,
pero le faltan varias ramas, las más frondosas,
tendrán que cuidarle tan bien como lo hicimos nosotros.

Las grandes nevadas del invierno
helaron el pequeño trocito de tierra
que cultivábamos día a día.
La azada no se hace con ella,
demasiado dura, demasiado fría,
demasiado triste.

Creo que han sido demasiadas catástrofes naturales
y tu cuerpo y el mío están cansados
démonos una tregua y descansemos
de nuestros vientos y nuestras nieves

Esperemos a que el río vuelva a ser transparente
y si para entonces sigues en la vereda
aunque sea en la otra orilla
descuida, que nadaré hasta el otro lado

Oz


Perdí el camino de baldosas amarillas, y el horizonte se perfila como una salida de todas las obsesiones que me rodean, que me absorben y me permiten escapar de la cotidianeidad en la que mi vida se ha convertido y el hastío que provocan las obligaciones

Mi vida... Alicia detrás del espejo en un país sin maravillas, Peter Pan desterrado de Nunca Jamás y, a lo lejos, un hombre de hojalata, un león cobarde, un espantapájaros y una niña con su perro en los brazos.

Olvidé el nombre de la Emperatriz Infantil, y cometí el error de incendiar Fantasía entera. Los liliputenses asesinaron a Gulliver por ruin envidia. Y las hadas y los gnomos dejaron de visitarme por las noches en las que la soledad se hace demasiado insoportable, incluso para mí.

No son brujas las sombras que veo cuando fumo, ni son lobos los que me hieren con sus garras de tedio, ni mi dormitorio en un castillo morado por la terquedad impenetrable de un ser perdido en el deambular perpetuo de los días sin fondo, aunque a veces lo parezca.

Me nutro de la sospecha de que el mundo gira sobre sí mismo, y arranco segundos del reloj que golpea mis sienes con la fuerza insistente del héroe victorioso, quizá sea El Capitán Trueno. Contemplo la ciudad desde el ángulo muerto de las desesperanzas y las desidias, y deseo sucumbir el sueño sesgado que alguien me prometió un día.

Hoy he despertado con la seguridad de estar más muerta que viva, pero otra vez he respirado, he caminado y he salido a la calle. Y las casas no eran de chocolate. Ni yo era un sastrecillo valiente, ni un Juan sin Miedo alcoholizada, ni una Caperucita atemorizada por los ruidos del bosque.

Mi vida... Vana esperanza de una transformación a medianoche, soledad que no perdona a caperucitas ni a lobos ni a princesas.

Mi vida... Rutina reciclada y coloreada por una sonrisa infantil, bosque animado con árboles de hielo y animales estáticos, miseria agazapada tras soldaditos de plomo y hombres de caramelo.

Perdí hace años el camino de baldosas amarillas que me conducía, no a la tierra de Oz, sino a la adulta realidad. Y me crece la nariz si miento en mis poemas. Y me siguen contando los mismos cuentos de años atrás.

El tiempo


Que se pare el tiempo, pensaba ella. Que se pare. Que las agujas del reloj no corran, que los números digitales se paren. Que se pare. Que el mundo deje de girar sobre sí mismo. Que el día nos regale minutos, que la luna nos mire siempre desde el mismo sitio, que no cambie de color la noche, que las estrellas conserven el mismo brillo.

Que se pare el tiempo, joder! Que se pare!. Que no existan los relojes, ni los móviles, ni las cerraduras, ni el tiempo, ni los contratiempos, ni nada que no envuelva su momento.

Que la dejan abrazada a su cintura, que sus labios no sepan nada más que besar su nuca, que el disco no acabe nunca y gire de forma indefinida, que su sosiego sea eterno, que sus piernas sean el lazo que ate a la vida a su amante, que su pecho sea su cárcel, que la mirada entre ellos llegue mucho más allá.

Que se pare el tiempo...

Pero el tiempo siguió su curso, ajeno a sus necesidades, ajeno a su queja, indiferente con las circunstancias de las personas, cruel, despiadado, desafiante. El tiempo siguió avanzando, condenando que la hora en la que tendrían que separarse llegara justo a tiempo. Ni un minuto más ni un minuto menos. Y ella pensaba: ¡apúralo!, ¡no te vayas!, ¡si el tiempo no nos regala nada robémosle a él minutos!

Pensaba en él, en sus abrazos, en sus silencios… Pensaba…, y de repente recordó y le dijo:

- el reloj, no te olvides el reloj.

viernes, 12 de marzo de 2010

Instructivo para llamar al teléfono móvil de la eternidad




Pulse asterisco. Espere oír el evangelio de estas rosas en la nada. Marque el cero seguido del eclipse con oxígeno. Aguarde a oír su confidencia en la catedral de las ballenas. Marque luego el siete. Diga la palabra grillo y oiga al grillo. La voz del espectáculo le preguntará qué quiere. Deletreé lápida para comunicarse con Benedetti. Medite despacio en lo despacio, hay desierto. Apriete almohadilla para que se tumbe agosto como león de circo. Tenemos todas las líneas ocupadas. Pero responda crepúsculo si busca una psicoanalista para lágrimas. Nada, no diga nada si solicita eternidad esbelta metro setenta caja de pino. Manténganse atento al aparato. Ya no hay rosas en la academia de rosas. Hay un reloj florecido en cada tiesto, nubes en las uñas, hay fracaso. Gracias por su llamada, no cuelgue. Ponga el sombrero sobre la cama, le atenderemos en ningún momento.

Del libro "La casa roja" de Juan Carlos Mestre

Si de repente


Si de repente una duda
me atraviesa el costado
no tengo más que pensar
en la yema de uno de tus dedos
rozándome vértebra a vértebra
hasta llegar a la duda
allá por el fin del fin de mi espalda.

Si de repente una nostalgia
se cuela por debajo de mi jersey
no tengo más que cambiar de postura
y encontrarme frente a tu cuerpo
imaginándote con el brazo extendido
que me pellizca la mejilla
en un gesto que me dice:
Despierta, aún no me he ido.


Si de repente una pena
se me pega a los labios
no tengo más que reconocer la certeza
de las palabras que susurran
en alguna esquina de tu agenda

O quizá verte sentado y sereno
jugueteando con un palo en el arroyo
mientras piensas en medio plan
de futuro

conmigo.

Las mujeres de mi generación abrieron sus pétalos rebeldes de rosas, camelias, orquídeas y otras yerbas, de saloncitos tristes, de casitas burguesas, de costumbres añejas, sino de yuyos peregrinos entre vientos.

Porque las mujeres de mi generación florecieron en las calles, en las fábricas se hicieron hilanderas de sueños, en el sindicato organizaron el amor según sus sabios criterios.

Es decir, dijeron las mujeres de mi generación, a cada cual según su necesidad y capacidad de respuesta, como en la lucha golpe a golpe, en el amor beso a beso.

Y en las aulas argentinas, chilenas o uruguayas, supieron lo que tenían que saber, para el saber glorioso de las mujeres de mi generación.

Minifalderas en flor de los sesenta, las mujeres de mi generación no ocultaron ni las sombras de sus muslos, que fueron los de Tania.

Erotizando con el mayor de los calibres los caminos duros de la cita con la muerte.

Porque las mujeres de mi generación, bebieron con ganas del vino de los vivos, acudieron a todas las llamadas y fueron dignas en la derrota.

En los cuarteles las llamaron putas y no las ofendieron, porque venían de un bosque de sinónimos alegres: minas, grelas, percantas, cabritas, minones, gurisas, garotas, jevas, zipotas, viejas, chavalas, señoritas.

Hasta que ellas mismas escribieron la palabra Compañera, en todas las espaldas y en los muros de todos los hoteles.

Porque las mujeres de mi generación nos marcaron con el fuero indeleble de sus uñas la verdad universal de sus derechos.
Conocieron la cárcel y los golpes, habitaron en mil patrias y en ninguna, lloraron a sus muertos y a los míos como suyos, dieron calor al frío y al cansancio deseos, al agua sabor y al fuego lo orientaron por un rumbo cierto.

Las mujeres de mi generación parieron hijos eternos, cantando Summertime les dieron teta, fumaron marihuana en los descansos, danzaron lo mejor del vino y bebieron las mejores melodías.

Porque las mujeres de mi generación, nos enseñaron que la vida no se ofrece a sorbos, compañeros, sino de golpe y hasta el fondo de las consecuencias.

Fueron estudiantes, mineras, sindicalistas, obreras, artesanas, actrices, guerrilleras, hasta madres y parejas en los ratos libres de la Resistencia.

Porque las mujeres de mi generación, sólo respetaron los límites que superaban todas las fronteras.

Internacionalistas del cariño, brigadistas del amor, comisarias del decir te quiero, milicianas de la caricia.

Entre batalla y batalla, las mujeres de mi generación lo dieron todo y dijeron que eso apenas era suficiente.

Las declararon viudas en Córdoba y en Tlatelolco, las vistieron de negro en Puerto Montt y Sao Paulo, y en Santiago, Buenos Aires o Montevideo, fueron las únicas estrellas de la larga noche clandestina.

Sus canas no son canas, sino una forma de ser para el quehacer que les espera.

Las arrugas que asoman en sus rostros, dicen he reído y he llorado y volvería a hacerlo.

Las mujeres de mi generación, han ganado algunos kilos de razones que se pegan a sus cuerpos, se mueven algo más lentas, cansadas de esperarnos en las metas.

Escriben cartas que incendian las memorias.

Recuerdan aromas proscritos y los cantan.

Inventan cada día las palabras y con ellas no empujan, nombran las cosas y nos amueblan el mundo.

Escriben verdades en la arena y las ofrendan al mar.

Nos convocan y nos paren sobre la mesa dispuesta.

Ellas dicen pan, trabajo, justicia, libertad, y la prudencia se transforma en vergüenza.

Las mujeres de mi generación son como las barricadas: protegen y animan, dan confianza y suavizan el filo de la ira.

Las mujeres de mi generación son como un puño cerrado, que resguarda con violencia la ternura del mundo.

Las mujeres de mi generación no gritan, porque ellas derrotaron al silencio.

Si algo nos marca, son ellas.

La identidad del siglo, son ellas.

Ellas: la fe devuelta, el valor oculto en un panfleto, el beso clandestino, el retorno a todos los derechos.

Un tango en la serena soledad de un aeropuerto, un poema de Gelman escrito en una servilleta, Benedetti compartido en el planeta de un paraguas, los hombros de los amigos guardados con ramitas de lavanda.

Las cartas que hacen besar al cartero, las manos que sostienen los retratos de mis muertos, los elementos simples de los días que aterran al tirano, la compleja arquitectura de los sueños de tus nietos.

Lo son todo y todo lo sostienen, porque todo viene con sus pasos y nos llega y nos sorprende.

No hay soledad donde ellas miren, ni olvido mientras ellas canten, intelectuales del instinto, instinto de la razón, prueba de fuerza para el fuerte y amorosa vitamina del débil.

Así son ellas, las únicas, irrepetibles, imprescindibles, sufridas, golpeadas, negadas pero invictas mujeres de mi generación.

Luis Sepúlveda, 1999
Escritor Chileno

jueves, 11 de marzo de 2010

Las buenas intenciones




Este video se estrenó en Agosto 2005 dentro del Recital de Poesía de las Fiestas Autogestionadas de Matamala 2005 (Segovia)
Guión: Julio Cortázar
Idea original de: Alguno de los pensadores del comité de festejos de Matamala (Segovia)
Montaje: Juan Aguilera
Ilustraciones: Eugenio Navarro
Producción: Amor al arte S.A.
Distribuido por: Todas las personas que recomienden este blog por este video.
Agradecimientos: A todas las personas que cada año aguanta el frío estoicamente a golpe de verso y canción protesta. Y a mi hijo Nacho que me ha ayudado a averiguar como se cuelga un video en un blog (estos niños son unos listillos)

Libertad


Libertad es una palabra enorme. Por ejemplo, cuando terminan las clases, se dice que una está en libertad. Mientras dura la libertad, una pasea, una juega, una no tiene por qué estudiar. Se dice que un país es libre cuando una mujer cualquiera o un hombre cualquiera hace lo que se le antoja. Pero hasta los países libres tienen cosas muy prohibidas. Por ejemplo matar. Eso sí, se pueden matar mosquitos y cucarachas, y también vacas para hacer churrascos. Por ejemplo está prohibido robar, aunque no es grave que una se quede con algún vuelto cuando Graciela, que es mi mami, me encarga alguna compra. Por ejemplo está prohibido llegar tarde a la escuela, aunque en ese caso hay que hacer una cartilla mejor dicho la tiene que hacer Graciela, justificando por qué. Así dice la maestra; justificado.
Libertad quiere decir muchas cosas. Por ejemplo, si una no está presa, se dice que está en libertad. Pero mi papá está preso y sin embrago está en Libertad, porque así se llama la cárcel donde está hace ya muchos años. A eso el tío Rolando lo llama qué sarcasmo. Un día le conté a mi amiga Angélica que la cárcel en que está mi papi se llama Libertad y que el tío Rolando había dicho que era un sarcasmo y a mi amiga Angélica le gustó tanto la palabra que cuando su padrino le regaló un perrito le puso de nombre Sarcasmo. Mi papá es un preso, pero no porque haya matado o robado o llegado tarde a la escuela. Graciela dice que papá está en libertad, o sea está preso, por sus ideas. Parece que mi papá era famoso por sus ideas. Yo también a veces tengo ideas, pero todavía no soy famosa. Por eso no estoy en Libertad, o sea que no estoy presa.
Si yo estuviera presa, me gustaría que dos de mis muñecas, la Toti y la Mónica, fueran también presas políticas. Porque a mi me gusta dormirme abrazada por lo menos a la Toti. A la Mónica no tanto, porque es muy gruñona. Yo nunca le pego, sobre todo para darle ese buen ejemplo a Graciela.
Ella me ha pegado pocas veces, pero cuando lo hace yo quisiera tener muchísima libertad. Cuando me pega o me rezonga yo le digo Ella, porque a ella no le gusta que la llame así. Es claro que tengo que estar muy alunada para llamarle Ella. Si por ejemplo viene mi abuelo y me pregunta dónde está tu madre, y yo le contesto Ella está en la cocina, ya todo el mundo sabe que estoy alunada, porque si no estoy alunada digo solamente Graciela está en la cocina. Mi abuelo siempre dice que yo salí la más alunada de la familia y eso a mí me deja muy contenta. A Graciela tampoco le gusta demasiado que yo la llame Graciela, pero yo la llamo así porque es un nombre lindo. Sólo cuando la quiero muchísimo, cuando la adoro y la beso y la estrujo y ella me dice ay chiquilina no me estrjes así, entonces sí la llamo mamá o mami, y Graciela se conmueve y se pone muy tiernita y me acaricia el pelo, y eso no sería así ni sería bueno si yo le dijera mamá o mami por cualquier pavada.
O sea que la libertad es una palabra enorme. Graciela dice que ser un preso político como mi papá no es ninguna vergüenza. Que casi es un orgullo. ¿Por qué casi? Es orgullo o es vergüenza. ¿Le gustaría que yo dijera que es casi vergüenza? Yo estoy orgullosa, no casi orgullosa, de mi papá, porque tuvo muchísimas ideas, tantas y tantísimas que lo metieron preso por ellas. Yo creo que ahora mi papá seguirá teniendo ideas, tremendas ideas, pero es casi seguro que no se las dice a nadie, porque si las dice, cuando salga de Libertad para vivir en libertad, lo pueden meter otra vez en Libertad. ¿Ven como es enorme?

Del libro "Primavera con esquina Rota"

miércoles, 10 de marzo de 2010

Desayuno de Poesía


Sí, por favor.

Póngame una taza de tiempo bien caliente,
con una pizca de paciencia templada
y dos terrones de ilusión .

Para comer, si es tan amable,
quisiera una porción de amor
cubierta de chocolate negro.

Ah! y tráigame también
una rebanada de deseo con mermelada de fresa.

Veo que tienen bombones
rellenos de palabras.
Por favor, lleve uno a aquel hombre del fondo
y dígale que yo invito.

Si es tan amable..
¿podría acercarme una cucharilla
para remover este invierno?

Y ya de paso
tráigame un zumo de verdades
y un vaso de justicia, lleno hasta el borde
que no falte ni una gota.

Mil gracias.
Este desayuno me hará tanto bien...