sábado, 27 de marzo de 2010

Vagones


Viajo sola en un vagón de almas,
en trenes sordos y personas ciegas.

Nadie escucha el silbato de la estación.
las sirenas de los bombardeos
se ahoga por los pasillos subterráneos.

Yo les grito y las almas se colocan la corbata.

Algo se muere alrededor
y a nadie parece importarle.

Y yo, en el escaparate,
intento romper el cristal que nos separa.

Me miran y se compadecen,
murmuran mi desgracia.

Crítican mi compromiso con el aire contaminado
y hacen apuestas acerca del tiempo que me queda.

Se miran los zapatos
y limpian el barro de las tacones
en el felpudo de la puerta de la oficina,
no vayan a manchar el día.

Y al colgar la chaqueta
sacuden el polvo de la pobreza
que les salpicó en el trayecto
y que por un momento casi les hizo toser.

Y yo lloro la desgracia de los trenes.

Hago duelo por las miradas perdidas
de los que usan el diario como entretenimiento
o para que al sentarse,
no quede manchada de sangre
su triste ropa gris azulada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario