domingo, 29 de julio de 2012

Kerepakupay Vená

Puse mis manos
a disposición del horizonte
y mis uñas de colores
tiñieron la transparente estampa
del agua llorando pared abajo.

Caída del agua mágica
que roba la luz de la luna
alúmbrame con tu omnipotente belleza
orgullosa de mantenerte
por siglos escondida y discreta
en un planeta donde todo
o casi todo
es visible y predecible

Dios tierra
bendice el agua
que moja tu cara

Dios del cielo
bendice la lluvia
que ahoga tu río

Que no falte nunca tu ruido

que la luna
llorará tu ausencia
y morirá apagada
en noche oscura.

Detenida

Me detengo
a escribir un poema
con la estúpida ambición
de que el tiempo se detenga.

Que las veletas
paralicen su movimiento 
a capricho del viento
sobre los tejados del mundo.

Que los océanos
en autético maremoto
se conviertan en sal
y cristalicen su ola en las costas.

Que las alas de los pájaros
detengan su vuelo
y queden suspendidos
en la transparencia del horizonte.

Me detengo en el papel
para detenerme en mi paso
y sin pensar en futuro
quedarme sentada
tras la metáfora
donde nada pasa
y todo ocurre.

Ojalá detuviera el lapicero
el terrible aguacero
las condenas
las penas de muerte
y la bala
se detenga a la altura del pájaro
formando un tandem de silencio.

Tras el grito

el verso
la rabia
mantengamos la calma
y la lectura de los sabios.

Mientras leo
lo que otros escribieron
detenidos en la cuerda
manteniendo el equilibrio

traidor,
no eres nada,
un árbol muerto
en tierra yerma

Mientras escribo
te anulo
y te paro.

Algún día
todos los escritos juntos
los antiguos y los presentes
detendrán tus pasos
y nosotros
seguiremos andando.