sábado, 13 de marzo de 2010

Oz


Perdí el camino de baldosas amarillas, y el horizonte se perfila como una salida de todas las obsesiones que me rodean, que me absorben y me permiten escapar de la cotidianeidad en la que mi vida se ha convertido y el hastío que provocan las obligaciones

Mi vida... Alicia detrás del espejo en un país sin maravillas, Peter Pan desterrado de Nunca Jamás y, a lo lejos, un hombre de hojalata, un león cobarde, un espantapájaros y una niña con su perro en los brazos.

Olvidé el nombre de la Emperatriz Infantil, y cometí el error de incendiar Fantasía entera. Los liliputenses asesinaron a Gulliver por ruin envidia. Y las hadas y los gnomos dejaron de visitarme por las noches en las que la soledad se hace demasiado insoportable, incluso para mí.

No son brujas las sombras que veo cuando fumo, ni son lobos los que me hieren con sus garras de tedio, ni mi dormitorio en un castillo morado por la terquedad impenetrable de un ser perdido en el deambular perpetuo de los días sin fondo, aunque a veces lo parezca.

Me nutro de la sospecha de que el mundo gira sobre sí mismo, y arranco segundos del reloj que golpea mis sienes con la fuerza insistente del héroe victorioso, quizá sea El Capitán Trueno. Contemplo la ciudad desde el ángulo muerto de las desesperanzas y las desidias, y deseo sucumbir el sueño sesgado que alguien me prometió un día.

Hoy he despertado con la seguridad de estar más muerta que viva, pero otra vez he respirado, he caminado y he salido a la calle. Y las casas no eran de chocolate. Ni yo era un sastrecillo valiente, ni un Juan sin Miedo alcoholizada, ni una Caperucita atemorizada por los ruidos del bosque.

Mi vida... Vana esperanza de una transformación a medianoche, soledad que no perdona a caperucitas ni a lobos ni a princesas.

Mi vida... Rutina reciclada y coloreada por una sonrisa infantil, bosque animado con árboles de hielo y animales estáticos, miseria agazapada tras soldaditos de plomo y hombres de caramelo.

Perdí hace años el camino de baldosas amarillas que me conducía, no a la tierra de Oz, sino a la adulta realidad. Y me crece la nariz si miento en mis poemas. Y me siguen contando los mismos cuentos de años atrás.

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